Menuda sorpresa la de abrir tu cuenta de Facebook y que te de la bienvenida un frío mensaje que ocupa toda tu pantalla con la leyenda: "Hemos eliminado contenido publicado por tí, por infringir las normas de convivencia..." blá, blá, blá. Y a modo de ilustración, se visualiza el "contendio publicado": tres fotos de la obra donde se ve a dos hombres besándose. Esta eliminación de contenido obedece a denuncias anónimas que le llegan a Facebook por parte de un usuario o varios.
Entonces ya la sorpresa es otra: comprobar que aun hay quienes siguen en un estado de oscurantismo mental alarmante.
A raiz de este hecho, la reconocida periodista (y amiga) Ivanna Martin, publica en su blog una aguda reflexión sobre la obra, la censura y el fin último del arte. Transcribimos el texto aquí mismo.
Gracias, Ivanna.
PACATOS, ABSTENERSE
Por Ivanna Martin
El arte trasciende de manera significativa cuando presenta una propuesta original y, más aún, cuando genera polémica. Entonces, desde mi humilde visión, es más arte todavía. Por estos días está en cartelera "Oh L'amour", el nuevo musical de Hernán Espinosa, referente del género en Córdoba. Es una comedia musical que rompe con todos los moldes de las propuestas que tradicionalmente estamos acostumbrados a ver en los escenarios locales y que son de acceso abierto al público. Un acertado libro con textos profundos que dejan aprendizajes, enseñanzas y que -entre giros divertidos y dramáticos que mantienen expectante al público durante unas tres horas- pone el foco en cuestiones que, lamentablemente, siguen siendo sólo aceptadas por
minorías pese a la altanería de ciertos sectores que se autodenominan de mentes abiertas.
La historia gira en torno a Ítalo, un homosexual que transita una historia de amor clandestina con el novio adolescnete de su mejor amiga, una profesora de colegio secundario que ronda los 30 años de edad. A la homosexualidad del protagonista se le suman el lesbianismo, los conflictos familiares, la prostitución, la violencia física, los padecimientos psíquicos, la manipulación extrema y la adversidad de la drogadicción. Conducen, en su conjunto y sobre el final, a un cierre trágico, broche de oro para una historia tan controvertida. Una obra polémica, sin dudas, pero que plantea de manera prolija, respetuosa y sin golpes bajos cada realidad en cuestión.
El musical, que tiene su propia fan page en Facebook, sufrió una censura por parte de la empresa que maneja la red social tras recibir denuncias de imágenes "impúdicas" por parte de algunos usuarios. Desconozco si esas personas que tan poco gentilmente denunciaron las imágenes de una obra artística por la cual se sintieron impactados vieron la obra o no. Las fotos no hacían más que mostrar a una pareja de gays besándose y, luego a media sombra algo de tono más erótico, escenas a las que también ya estamos habituados a ver en la mismísima televisión por aire a cualquier hora del día.
Las imágenes censuradas no afectaban la moral ni las buenas costumbres, no eran de mal gusto, y simplemente mostraban una manera más de las tantas que existen de relacionarse con los otros. Cada uno es libre de ser y elegir ser. Más aún, eran imágenes de actores interpretando personajes.
¿Puede Córdoba ser todavía tan pacata? ¿Puede existir semejante homofobia e intolerancia en una provincia que se jacta de ser cada vez más abierta y amigable? Esto es arte, señores. Y el arte representa, por caso, muchas veces, la vida misma. No es admisible la censura. No es admisible la falta de paz para la convivencia cotidiana. Dejen ser. Dejen hacer. Ver o no ver, esa es la cuestión. Pero no combatir.
El arte que provoca, es doblemente arte, es doblemente éxito.
"Oh L'amour" provocó esto en Córdoba. Hace un par de meses, en Nueva York generó lo mismo la obra titulada "Me cago en Dios". En España censuraron la presentación de "Gang Bang", que mostraba a una catequista drogada y a un joven que prostituía su cuerpo a cambio de distintos favores. En Inglaterra desató el escándalo una obra en la que el personaje de Margaret Tatcher fallece en escena. En Australia, otra narra la historia de amor entre Jesús y Judas. En Río de Janeiro desata la furia una obra en la que queman vivo a un Cristo Negro.
En el musical cordobés de EI Espinosa Israilevich se muestran retazos de cotidianeidad y aunque haya quienes lo tilden de inmoral o impúdico ¿quién establece las reglas de lo políticamente correcto? El arte no las tiene. Y esto es arte, señores. De ahí que es arte, de allí que es provocación.
Aplausos para la dupla Espinosa-Israilevich por el libro y el planteo valiente, y para el elenco que asume con entereza esta historia atípica para nuestras tablas.
Quienes no la vieron, háganlo.
Quienes no se atreven, tíñanse de tolerancia y véanla.
Quienes no lo toleran y se escudan en denunciar vía un click una foto porque les resulta impúdica en medio de una sociedad altamente tóxica, afectando la labor de los artistas que ponen compromiso y pasión en esto, hagan otro click y averigüen bien qué es el ARTE.
Los artistas no permitiremos que estas cosas sigan sucediendo.
El arte no es para quienes manifiestan excesivos escrúpulos. Pacatos, abstenerse.
El arte trasciende de manera significativa cuando presenta una propuesta original y, más aún, cuando genera polémica. Entonces, desde mi humilde visión, es más arte todavía. Por estos días está en cartelera "Oh L'amour", el nuevo musical de Hernán Espinosa, referente del género en Córdoba. Es una comedia musical que rompe con todos los moldes de las propuestas que tradicionalmente estamos acostumbrados a ver en los escenarios locales y que son de acceso abierto al público. Un acertado libro con textos profundos que dejan aprendizajes, enseñanzas y que -entre giros divertidos y dramáticos que mantienen expectante al público durante unas tres horas- pone el foco en cuestiones que, lamentablemente, siguen siendo sólo aceptadas por
minorías pese a la altanería de ciertos sectores que se autodenominan de mentes abiertas.
La historia gira en torno a Ítalo, un homosexual que transita una historia de amor clandestina con el novio adolescnete de su mejor amiga, una profesora de colegio secundario que ronda los 30 años de edad. A la homosexualidad del protagonista se le suman el lesbianismo, los conflictos familiares, la prostitución, la violencia física, los padecimientos psíquicos, la manipulación extrema y la adversidad de la drogadicción. Conducen, en su conjunto y sobre el final, a un cierre trágico, broche de oro para una historia tan controvertida. Una obra polémica, sin dudas, pero que plantea de manera prolija, respetuosa y sin golpes bajos cada realidad en cuestión.
El musical, que tiene su propia fan page en Facebook, sufrió una censura por parte de la empresa que maneja la red social tras recibir denuncias de imágenes "impúdicas" por parte de algunos usuarios. Desconozco si esas personas que tan poco gentilmente denunciaron las imágenes de una obra artística por la cual se sintieron impactados vieron la obra o no. Las fotos no hacían más que mostrar a una pareja de gays besándose y, luego a media sombra algo de tono más erótico, escenas a las que también ya estamos habituados a ver en la mismísima televisión por aire a cualquier hora del día.
Las imágenes censuradas no afectaban la moral ni las buenas costumbres, no eran de mal gusto, y simplemente mostraban una manera más de las tantas que existen de relacionarse con los otros. Cada uno es libre de ser y elegir ser. Más aún, eran imágenes de actores interpretando personajes.
¿Puede Córdoba ser todavía tan pacata? ¿Puede existir semejante homofobia e intolerancia en una provincia que se jacta de ser cada vez más abierta y amigable? Esto es arte, señores. Y el arte representa, por caso, muchas veces, la vida misma. No es admisible la censura. No es admisible la falta de paz para la convivencia cotidiana. Dejen ser. Dejen hacer. Ver o no ver, esa es la cuestión. Pero no combatir.
El arte que provoca, es doblemente arte, es doblemente éxito.
"Oh L'amour" provocó esto en Córdoba. Hace un par de meses, en Nueva York generó lo mismo la obra titulada "Me cago en Dios". En España censuraron la presentación de "Gang Bang", que mostraba a una catequista drogada y a un joven que prostituía su cuerpo a cambio de distintos favores. En Inglaterra desató el escándalo una obra en la que el personaje de Margaret Tatcher fallece en escena. En Australia, otra narra la historia de amor entre Jesús y Judas. En Río de Janeiro desata la furia una obra en la que queman vivo a un Cristo Negro.
En el musical cordobés de EI Espinosa Israilevich se muestran retazos de cotidianeidad y aunque haya quienes lo tilden de inmoral o impúdico ¿quién establece las reglas de lo políticamente correcto? El arte no las tiene. Y esto es arte, señores. De ahí que es arte, de allí que es provocación.
Aplausos para la dupla Espinosa-Israilevich por el libro y el planteo valiente, y para el elenco que asume con entereza esta historia atípica para nuestras tablas.
Quienes no la vieron, háganlo.
Quienes no se atreven, tíñanse de tolerancia y véanla.
Quienes no lo toleran y se escudan en denunciar vía un click una foto porque les resulta impúdica en medio de una sociedad altamente tóxica, afectando la labor de los artistas que ponen compromiso y pasión en esto, hagan otro click y averigüen bien qué es el ARTE.
Los artistas no permitiremos que estas cosas sigan sucediendo.
El arte no es para quienes manifiestan excesivos escrúpulos. Pacatos, abstenerse.
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